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domingo, 31 de agosto de 2008

Organillo, "Cómo han pasado los años".



Por Francisco De Luna

Poza Rica, Ver.- Los organilleros o cilindreros están casi en el olvido, a pesar de que han inmortalizado momentos con sus tristes melodías que dejan escapar al paso del caminante, aunque algunos cruzan indiferentes, otros se acercan para darles unas monedas o simplemente para escuchar la música.

Juana Margarita Barcenas Pineda, desempeña el rol de cooperadora lo mismo que su hija Joselin Virginia Sánchez, mientras que su cuñado Daniel Rosas Valencia, es el “burro” u organillero, se encarga de girar la manivela del cilindro para hacer sonar las melodías.

Cuando bien les va logran reunir 150 pesos para cada uno. Llegaron a Poza Rica desde hace una semana y permanecerán otra semana más para regresar tocando de pueblo en pueblo hasta llegar de nuevo a la ciudad de México.

Deben recorrer las calles para ganarse el sustento, llevando a cuestas estos antiquísimos aparatos, cuyo peso oscila entre los 30 y 50 kilos.

La actividad se realiza desde principios del siglo XX, pero ahora se ha convertido en una alternativa de trabajo para estudiantes o profesionistas desempleados. La historia de Juana, Joselin y Daniel repiten las mismas escenas de organilleros que se instalan cerca del Palacio de Bellas Artes en la ciudad de México.

Ellos pertenecen a la Unión de Organilleros de México, y lamentaron que sólo queden 30 organillos originales en todo el país, aunque 90 ya son más comerciales. Cada aparato contiene ocho melodías. El cilindro que ellos portan destacan: La Ley del Monte, Amor Eterno, La del moño colorado, Cómo han pasado los años, Barrilito, entre otras, aunque las más comunes es encontrar las Mañanitas, las golondrinas, Cielito Lindo que con su nostalgia remontan los tiempos y recuerdos de un amor o fragmentos de la vida.

Dijo que no se trata de mover la manivela, se tiene que sentir la música para darle ritmo al organillo tal y como se los ha enseñado Don Odilón Jardines, el más viejo de los cilindreros del país que empezó a los siete año en el oficio, a la fecha sigue realizando la actividad con sus más de 70 años.

Los tres personajes recorren las ciudades de la nación, van de pueblo en pueblo y de calle en calle, no importan las condiciones climatológicas, siempre a cuestas llevan el aparato antiguo que por si sólo cuenta la vida de familias y enamorados que sentados por las tardes en plazoletas, escuchan cada canción del instrumento que podría estar condenado a desaparecer y que ya forma parte del folclor mexicano.

No les ha sido fácil difundir por las ciudades al organillo, pues en Pachuca Hidalgo Tienen prohibido realizar esta actividad y al que vean tocar, son perseguidos por las autoridades municipales, incluso hasta detenidos.

Le dedican hasta 12 horas diarias para tocar, comienzan desde las 08:00 de la mañana, salen siempre con sus uniformes “De Pancho Villa, por que así lo quiso ese personaje histórico” contó Juana Margarita, mientras que en el cilindro dejaba escapar la triste melodía de Amor Eterno.

La desaparición de los organillos está ligada a los pocos reparadores existentes, la facilidad para conseguir las piezas, sin embargo aún siguen inmortalizando momentos con sus melodías, al paso de los transeúntes que les hace recordar quizá instantes no muy lejanos.

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