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miércoles, 27 de agosto de 2008

Vida en la sierra totonaca




Por Francisco De Luna

Poza Rica, Ver.- La gente de la sierra se enfrenta a una vida difícil. Algunos no tienen luz eléctrica, agua potable, mucho menos teléfono ni televisión. Viven de la agricultura y en ella se basa la economía.






Cuando hay escasez de dinero, un número indefinido de familias recurren al trueque: cambian un animal por maíz, frijol o carne -que también es escasa.- La vida cotidiana transcurre de forma sencilla.



Tal y como lo menciona doña Rosa Vicente de 67 años, de la comunidad de Tahuaxni, ranchería que pertenece al municipio de Zozocolco de Hidalgo, Veracruz: Por las mañanas los hombres se disponen a ir a l campo, mientras que las mujeres a las 04:00 de la madrugada, tienen que prenderle fuego a la leña, colocar el comal y martajar nixtamal en el metate ----metate que ha conservado por más 45 años-- pues es un regalo de su abuela y herencia familiar que se va otorgando generación tras generación. A esa hora, pone al fuego la olla de barro para hervir el café; a un costado otras flamas muy amarillas esperan el comal para cocer las tortillas, gruesas o delgadas, pero que al olearlas despiden el aroma más agradable lo que provoca el apetito que se sacia con los frijoles recalentados que se cosecharon en el campo o que fueron producto del intercambio por algún animal del patio.No puede faltar la salsa de chile “piquín”, o “pico pájaro”.

La vida entre los indígenas totonacos es parecida a la del vecino, del compadre, del amigo, pues la mayoría coincide en la misma labor ---en el campo--- cosechar el maíz, arar la tierra, chapear, cargar los pesados bultos; y se distinguen entre lo verdoso de la milpa o del monte por la indumentaria blanca, también caminan descalzos o portan los tradicionales huaraches de cuero y suela rígida para subir o andar entre los caminos que serpentean los cerros y terrenos accidentados, pues varios de ellos viven en las partes más altas de las montañas.


Doña Rosa Vicente, platicaba cómo es la vida de los lugareños, mientras miraba fijamente a la lente de la cámara, contó la vida de sus hijos, ahora ya profesionistas, algunos aún se dedican al campo, otros de sus hijos y nietos se han visto en la necesidad de salir de la comunidad, incluso del país, en busca del anhelado “sueño verde” o mejor conocido “sueño americano”.

Mientras el viento soplaba los rostros anunciando una tormenta, continuaba con el relato, y explicó que no es nada raro que las cosechas se pierdan por las lluvias torrenciales o los insoportables fríos, y para compensar estas dificultades, se dedican a la comercialización o intercambio de algunos productos como la hoja de maíz, naranjas y algunos que otros animales del corral.






“Hablar de la vida de los campesinos, de los indígenas es bastante, no se termina, pues como en toda sociedad, hay fracasos, buenos momentos, historias y marginación”. Refirió con el acento y la lengua Tutunaku´, que por cierto “agoniza”, debido a que algunos pobladores se avergüenzan para comunicarse con ella. Y en torno a la vida indígena también se cuentan historias, leyendas que van sembrando quizá el miedo entre sus pobladores.

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